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CHUANG TZU: El camino de Chuang Tzu 

El árbol inútil
Hui tzu le dijo a Chuang:
"Tengo un árbol grande,
de los que llaman árboles apestosos. El tronco está tán retorcido,
tan lleno de nudos,
que nadie podría obtener una tabla derecha de su madera. 

Las ramas están tan retorcidas que no se pueden cortar en forma alguna que tenga sentido.
Ahí está junto al camino.
Ni un solo carpintero se dignaría siquiera mirarlo.
Iguales son tus enseñanzas, grandes e inútiles."

Chuang Tzu replicó:
"Has observado alguna vez al gato salvaje? Agazapado, vigilando a su presa,
salta en ésta y aquella dirección, arriba y abajo, y finalmente aterriza en la trampa.
Pero ¿has visto al yak?
Enorme como una nube de tormenta, firme en su poderío.

¿Qué es grande? Desde luego.
¡No puede cazar ratones!
Igual ocurre con tu gran árbol.¿Inútil? Entonces plántalo en las tierras áridas. En solitario.
Pasea apaciblemente por debajo, descansa bajo su sombra;
ningún hacha ni decreto preparan su fin. Nadie lo cortará jamás.
¿Inútil? ¡Eres tú el que debería preocuparse!"

Un vendedor de sombreros y un gobernante capaz
Un hombre de Sung negociaba
con sombreros ceremoniales de seda.
Viajó con una carga de sombreros
hacia donde vivían los salvajes hombres del Sur.

Los hombres salvajes tenían las cabezas afeitadas,
cuerpos cubiertos de tatuajes.
¿Para qué podían querer sombreros ceremoniales de seda?
Yao había gobernado sabiamente toda China.
Había llevado al mundo entero a un estado de sosiego.
Después de esto, fue a visitar
a los cuatro Hombres Perfectos a las distintas montañas
de Ku Shih.

Cuando volvió,
al cruzar la frontera
y entrar en su propia ciudad, su mirada perdida
no vio trono alguno.

El aliento de la Naturaleza
Cuando la gran Naturaleza suspira, oímos los vientos
que, silenciosos por sí mismos, despiertan voces de otros seres, soplando sobre ellos.
Desde todas las aberturas suenan fuertes voces. ¿No habéis oído nunca este ajetreo de tonos?

Ahí está el bosque colgado sobre la empinada montaña:
viejos árboles con agujeros y grietas como muescas para vigas, como cuencos,
surcos en la madera, huecos llenos de agua; se oyen mugidos y rugidos, silbidos,
voces de mando, gruñidos, profundos zumbidos, tristes flautas.

Una llamada despierta a otra entablando un diálogo.
Los vientos suaves cantan tímidamente, los fuertes truenan sin restricción.
Entonces el viento se abate. Las aberturas emiten su último sonido.
¿No habéis observado cómo entonces todo tiembla y se aquieta ?

Yu replicó: Comprendo.
La música de la Tierra canta a través de mil orificios.
La música del hombre está interpretada con flautas e instrumentos.
¿Qué es lo que interpreta la música de los cielos?

El maestro Ki dijo: Algo sopla sobre mil orificios diferentes.
Algún poder está detrás de todo esto y hace que los sonidos se apaguen.
¿Qué es este poder?

El gran conocimiento
El gran conocimiento lo ve todo en uno.
El poco conocimiento se deshace en la multiplicidad.

Cuando el cuerpo duerme, el alma está envuelta en Uno.
Cuando el cuerpo despierta, las aberturas empiazan a funcionar.
Resuenan con cada encuentro,
con todas las diversas labores de la vida, los anhelos del corazón;
los hombres quedan bloqueados, perplejos, perdidos en sus dudas.
Pequeños miedos corroen su paz de espíritu.
Los grandes miedos los devoran por completo.

Flechas disparadas contra un blanco: acierto o fallo, bien o mal.
Eso es a lo que los hombres llaman juicio, decisión.
Sus pronunciamientos son tan definitivos como los tratados entre emperadores.
¡Oh, dejan claro su punto de vista!
Pero sus argumentos caen cada vez más rápida y débilmente
que las hojas muertas en otoño e invierno. Sus palabras fluyen como la orina,
para jamás ser recuperadas.

Finalmete quedan bloqueados, amarrados y amordazados.
Taponeados como viejas tuberías de desagüe. La mente falla. Ya no volverá a ver la luz.
El placer y la ira,
la tristeza y la alegría,
las esperanzas y los arrepentimientos, el cambio y la estabilidad,
la debilidad y la decisión,
la impaciencia y la haraganería:
son todos sonidos de la misma flauta, todos hongos del miso moho húmedo.

¡El día y la noche persiguen y caen sobre nosotros
sin que veamos cómo brotan!
¡Suficiente!¡Suficiente!
¡Tarde o temprano nos encontramos con "aquello"
de lo que todos "estos" crecen!
Si no hubiera un "aquello", no habría un "esto".
Si no hubiera un "esto",
no habría instrumento para que tocaran todos estos vientos.

Hasta aquí podemos llegar. Pero ¿cómo podemos comprender qué es lo que lo produce?
Uno podría perfectamente suponer que el Verdadero Gobernante
está detrás de todo esto. Que opere un Poder tal es algo que
puedo creer. No puedo ver su forma. Él actúa, pero no tiene forma.

El pivote
El Tao se ve oscurecido cuando los hombres comprenden tan sólo uno de un par de opuestos, o se concentran tan sólo en un aspecto parcial del ser. Entonces, la expresión clara se ve también enturbiada por meros juegos de palabras, al afirmar un aspecto cualquiera y negar todo el resto. 

De aquí las disputas entre los confusianos y los mohístas; cada uno niega lo que el otro afirma, y afirma lo que el otro niega. ¿Qué utilidad tiene esta lucha por oponer el "No" al "Sí", y el "Sí" al "No"? Es mejor abandonar tan desesperado esfuerzo y buscar la verdadera luz.

No hay nada que no pueda observarse desde el punto de vista del "No-Yo". Y no hay nada que no pueda ser visto desde el punto de vista del "Yo". Si comienzo observando cualquier cosa desde el punto de vista del "No-Yo", entonces no la veo realmente, dado que es "No-Yo" el que la ve. 

Si empiezo a partir de donde estoy y la veo como yo la veo, entonces también puede ser posible que pueda llegar a verla como la ve otro. De aquí la teoría de la inversión y de que los opuestos se producen el uno al otro, dependen el uno del otro y se complementan el uno al otro.

Sea como sea, la vida viene seguida de la muerte; la muerte viene seguida por la vida. Lo posible se convierte en imposible; lo imposible se convierte en posible. El bien se convierte en mal y el mal en bien; el flujo de la vida altera las circunstancias y, así, las propias cosas se ven alteradas a su vez. 

Pero los disputantes continúan afirmando y negando las mismas cosas que siempre han afirmado y negado, ignorando los nuevos aspectos de la realidad presentados por el cambio de las condiciones.

El hombre sabio, por tanto, en lugar de tratar de demostrar esto o aquello por medio de disputas lógicas, ve todas las cosas a la luz de la intuición. No se ve apresado por las limitaciones del "Yo", dado que el punto de vista de la intuición directa es, a la vez, el del "Yo" y el del "No-Yo". 

Por tanto, ve que a ambos lados de cada argumento existen tanto la verdad como el error. Ve también que al final son reducibles a la misma cosa, una vez que han sido relacionados entre sí por medio del pivote del Tao.

Cuando el hombre sabio se sustenta en este pivote, está en el centro del círculo y ahí se mantiene mientras el "Sí" y el "No" se persiguen en torno a la circunferencia.

El pivote del Tao pasa a través del centro, donde convergen todas las afirmaciones y negaciones. Aquel que abraza el pivote está en el punto fijo desde el cual todos los movimientos y oposiciones pueden ser vistos a la luz de su correcta relación. Por tanto, ve las ilimitadas posibilidades tanto del "Sí" como del "No". Abandonando toda idea de imponer límites o de tomar partido, descansa en la intuición directa.

Por esto dije: "¡Mejor será abandonar la disputa y buscar la verdadera luz!"

Las tres de la madrugada 
Cuando desgastamos nuestras mentes, aferrándonos tozudamente a una visión parcial de las cosas, negándonos a ver un más profundo acuerdo entre éste y su opuesto complementario, sufrimos lo que se llama "las tres de la madrugada". ¿Qué es esto de "las tres de la madrugada"? 

Un domador de monos fue a ver a sus monos y les dijo: "Con respecto a lo de vuestras castañas: vais a recibir tres medidas por la mañana y cuatro por la tarde.

"Ante esto, todos se enfadaron. De modo que dijo: "Está bien, en este caso os daré cuatro por la mañana y tres por la tarde". 

En esta ocasión quedaron satisfechos. 
Ambas soluciones eran lo mismo, en tanto en que el número de castañas no variaba. Pero, en un caso, los animales quedaban descontentos y en el otro satisfechos. 

El guarda estuvo dispuesto a cambiar sus planes para hacer frente a las condiciones objetivas. 
¡No perdió nada al hacerlo! El hombre verdaderamente sabio, considerando ambos lados de una cuestión sin parcialidad, ve ambos a la luz del Tao. 

Esto se llama seguir dos cursos a la vez. 

Fuente: El camino de Chuang Tzú de Chuang Tzu (Por Thomas Merton)
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