EL TAO.
Si quieres conservar un bien, añadiéndole más y más,
malgastas tu energía.
La espada que se afila sin cesar
no conservará su filo mucho tiempo.
Una sala llena de oro y jade
no podrá ser protegida eternamente.
Quien se enorgullece de sus riquezas y méritos
atrae sobre sí la desgracia.
Retirarse una vez acabada la obra,
he ahí el Tao del Cielo.
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¿Sabrías modelar tu alma
para que abrace lo uno sin dispersarse?
¿Sabrías armonizar tu respiración
y volverte tan suave y dúctil como un recién nacido?
¿Sabrías purificar tu visión interior
para que quede libre de defectos?
¿Sabrías amar a todos los hombres y gobernar tu vida
a través de la no-acción?
¿Sabrías abrir y cerrar las puertas del cielo
como una mujer?
¿Sabrías penetrarlo todo con tu claridad y pureza
interior sin recurrir al intelecto?
Engendra y alimenta,
produce sin apropiarse,
obra sin pedir nada a cambio, multiplica sin gobernar...
Así es la virtud primigenia.
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Treinta radios convergen en el buje de una rueda,
y es ese espacio vacío lo que permite al carro cumplir su
función.
Modelando el barro se hacen los recipientes,
y es su espacio vacío lo que los hace útiles.
Puertas y ventanas se abren en las paredes de una casa,
y es el espacio vacío lo que permite que la casa pueda ser
habitada.
Lo que existe sirve para ser poseído.
Lo que no existe sirve para cumplir una función.
Fuente: Tao Te Ching, de Lao Tse