Tao Te Ching.
EL TAO.
Quien conoce su virilidad
y conserva su femineidad,
Es un cauce que atrae
hacia sí a todo el universo.
Siendo el cauce del universo,
conserva siempre la virtud.
Eso le devuelve
a su primera infancia.
Quien conoce su pureza
y conserva su debilidad,
Es un modelo para el mundo.
Siendo un modelo para el mundo,
Conserva siempre la virtud.
Eso lo hermana con lo absoluto.
Quien conoce la dignidad
y conserva la humildad,
Es un valle que contiene el universo.
Siendo un valle que contiene el universo,
Conserva siempre la virtud.
Eso le convierte en un leño sin tallar.
Cuando el leño se divide
produce objetos útiles.
Éstos, al ser empleados por el sabio,
se tornan ministros y asistentes.
Pero él sabe que el todo
es más que la suma de sus partes.
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EL TAO.
Si alguien pretende tomar el mundo y cambiarlo
es improbable que lo consiga.
El mundo pertenece al espíritu,
por lo tanto no debe ser manipulado.
Quien intenta cambiarlo lo arruina,
quien pretende conservarlo lo pierde.
Las cosas, ora preceden, ora siguen.
Algunas son como un soplo cálido,
otras como un viento frío.
En ocasiones parecen fuertes, en ocasiones débiles,
ora flotan, ora se hunden.
Por eso el sabio evita los extremos.
Rechaza el exceso,
rechaza la complacencia.
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EL TAO.
Hay que persuadir a los soberanos con el Tao
y no violentar el mundo con las armas.
Pues toda acción recae sobre uno mismo.
Los ejércitos no dejan tras de sí más que zarzas y espinas.
La miseria sigue siempre a las batallas.
Por eso, el buen guerrero se adapta a las situaciones,
y no intenta conquistar nada por la fuerza.
Obtiene resultados, pero no se vanagloria.
Obtiene resultados, pero no se atribuye el mérito.
Obtiene resultados, pero no se enorgullece.
Obtiene resultados, pero porque no queda más remedio.
Obtiene resultados, pero nunca mediante la violencia.
El orgullo del victorioso es el germen de su declive.
Abandonarse a él le aparta del Tao.
Apartarse del Tao es avanzar hacia el propio fin.
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EL TAO.
El eterno Tao es la simplicidad sin nombre.
Aunque es pequeño, nadie osa avasallarlo.
Si príncipes y reyes supieran atenerse a él,
todo sería tan adaptable como un invitado.
Cielo y tierra se unirían
y dejarían caer un grato rocío.
El pueblo no precisaría instrucción
y todas las cosas se encauzarían por sí solas.
Cuando se fragmenta la totalidad
aparecen los nombres de las partes.
Cuando aparecen los nombres
ha llegado el momento de detenerse.
Cuando se conoce el momento de detenerse
se previene el peligro.
Seguir el Tao en el mundo es como fluir con un río
que conduce todas las aguas hacia el mar.
Fuente: Tao Te Ching de Lao Tse