AJAHN LEE DHAMMADHARO: La salud interna
Ahora discutiré un punto de las enseñanzas del Buda para que usted lo escuche brevemente como medios o recursos para fomentar la fuerza o energía del cuerpo y de la mente. Todos nosotros vivimos dependiendo en la fuerza del cuerpo y la fuerza de la mente. Sin estas dos cosas, la vida no podría durar.
No importa lo mucho que cultivemos la fuerza del cuerpo con las cuatro necesidades y con abundancia de riqueza mundana, eso no nos puede ayudar, sino que todo eso se desperdicia y desaparece por naturaleza.
El cuerpo no puede escaparse del envejecimiento, de la enfermedad, y de la muerte. Y para que la fuerza del cuerpo exista, necesita ayuda de la fuerza de la mente o la fuerza mental. Pero la fuerza de la mente no necesita depender de las cuatro necesidades o de la abundancia mundana; y no necesita depender de la fuerza del cuerpo en absoluto. Puede llevarse bien ella sola en “la Abundancia Noble.” La fuerza/energía de la mente es más importante que la fuerza/energía del cuerpo.
Las personas que no tienen suficiente fortaleza propia, tienen que comenzar a tener la esperanza de depender de los demás hasta que alcancen el punto donde puedan estar parados por sí mismos. Al depender en los demás, tenemos que tener cuidados en elegir un buen puntal de apoyo, conforme a la frase Pali, balanam del ca del asevana, sevana del panditanañca: ‘Para asociarnos, tenemos que elegir a buenas personas’. Si nos asociamos con personas y sabias, nos enseñarán a ser buenos. Si nos asociamos con necios, sufriremos por eso.
Asi que, buscar por un ancla de apoyo de esta clase no se considera como realmente bueno, porque es como tirarle a un pájaro: Puede que lo golpeemos en el ala o en la cola. Si realmente deseamos pegarle al blanco, tenemos que depender de otra clase de apoyo: natho del attano del atta hola, tenemos que depender de nosotros mismos.
Esta clase de apoyo primordial es la que el Señor Buda elogió como la superior, porque nos enseñará a tener un sentido de nuestras propias acciones, buenas y malas- “kammassako'mhi”- y no necesitaremos más colocar nuestras esperanzas en las demás personas.
Para crear esta clase de apoyo primordial, tenemos que desarrollar cinco cualidades:
1. la convicción
2. la persistencia
3. la atención
4. la concentración
5. el discernimiento
- Que se les llaman ‘bala’, o fortalezas, y que nos ayudarán a darnos la fortaleza mental para caminar/progresar hacia el bien. Todas estas cinco cualidades se pueden unir bajo los rótulos de virtud, concentración, y discernimiento. La convicción está bajo la virtud; la persistencia, la atención y la concentración están bajo la concentración; y el discernimiento es discernimiento.
Tener convicción es equivalente a tener abundancia. La virtud es como un paño blanco que envuelve el cuerpo y lo hace hermoso, como los pétalos de un loto encierran e incluyen el perfume de su polen. La virtud es el acto de cortar y abandonar el mal y la corrupción de nuestras acciones, de modo que nuestros hechos sean honestos y correctos.
Ésta es la virtud, pero no es la bondad decisiva y final. Cuando nuestro cuerpo tiene virtud, nuestra mente necesita rectitud igualmente para ir a la par.
La persistencia significa diligencia, determinación, perseverancia, siendo audaz y constante en lo que hacemos, como ser fuertes en el progreso hacia lo que es bueno.
La atención significa cuidado y restricción para cerciorarse de que nuestros pensamientos, palabras, y acciones no salen de la marca; siendo conscientes
de la bondad y la maldad de modo que nuestro comportamiento no caiga en las formas y actitudes malas e imprudentes.
La concentración significa mantener la mente firmemente centrada en un solo objeto -la trayectoria directa o el camino directo (ekayana-magga)- no dejándolo ladearse, inclinarse, o vacilar bajo influencia de sus preocupaciones, ya sean buenas o malas, pasada o futuras; manteniendo la mente honesta y cabal.
Todas estas tres cualidades forman la rectitud de la mente que se abstiene de pensamientos de sensualidad, de rencor o mala voluntad, y del daño y la destrucción. A esto se le llama la intención de la renuncia (nekkhamma- sankappo): La mente que no está contenta o descontenta con las formas u los objetos sensuales, ya sean buenos o malos. Esto es una mente que se ha apartado de la vida doméstica.
Ya sea si estamos ordenados o no, si vivimos en el hogar o en un monasterio, estamos clasificados como habiendo salido adelante.
La cualidad siguiente, que el Buda clasificó como la bondad superior, es el discernimiento. Una vez que tengamos virtud y concentración, el discernimiento surgirá de la mente en el primero, segundo, tercero, y cuarto nivel de jhana. Esta es la luz del discernimiento que nos permite ver el Dhamma dentro y fuera de nosotros, o sea en el interior y en el exterior de nosotros.
Podemos vernos a nosotros mismos desde ambos lados. Podemos ver que el aspecto o característica que toma el nacimiento, hace surgir el nacimiento; y allí también hay un aspecto que no toma el nacimiento. El aspecto que envejece, envejece; y hay también un aspecto que no envejece. El aspecto que es enfermedad, es enfermedad; y hay también un aspecto que no es enfermedad.
El aspecto de la muerte, muere; y el aspecto que no muere, no muere. Éste es el cambio-de-linaje (gotarabhu-ñana), que ve ambos lados, como tener dos ojos. Cualquier lado que estemos mirando, podemos verlo, pero no nos apegamos a ninguno de ellos. Conocemos simplemente las cosas conforme a su naturaleza como estilos o modos, que tienen que nacer, envejecer, enfermarse, y morir. Estas cuatro verdades han ayudado a hacer arahants, de las muchas personas que las han contemplado y han visto su naturaleza verdadera claramente al punto trabajar libres del desconocimiento.
La naturaleza del cuerpo es esa que fluye en una dirección -hacia la decadencia- pero la mente no fluirá junto con ella. La mente está segura de progresar conforme a su fortaleza. Quienquiera que tenga mucha fortaleza irá lejos. Quienquiera que se quede pegado al nacimiento tendrá que nacer.
Quienquiera que se apegue al envejecimiento tendrá que envejecer. Quienquiera que se apegue a la enfermedad tendrá que enfermarse. Quienquiera que se apegue a la muerte, tendrá que morir. Pero, quienquiera que no se quede apegado o estancado en el nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y a la muerte, está destinado a un estado que no nace, ni envejece, ni se enferma, ni muere.
Cuando podamos hacer esto, se dice que hemos encontrado un pedazo de la Noble Abundancia en el nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad, y la muerte. No necesitamos temer la pobreza. Aun cuando el cuerpo pueda envejecer, nuestra mente no envejece. Si el cuerpo se va a enfermar y morir, déjelo que se enferme y muera, porque nuestra mente no se enferma, ni muere. La mente de un arahant es de tal manera, que aunque alguien le rompa su cabeza, su mente no podría estar adolorida.
Cuando la mente está involucrada con el mundo, está inclinada a encontrarse con conflictos; y una vez que choque, será sacudida y rodará de adelante hacia atrás, al igual que las piedras redondas en una gran montaña ruedan hacia adelante y hacia atrás de acuerdo a la superficie. Asi que, no importa que buenas o malas pueda ser las personas, no las almacenamos en nuestra mente para dar lugar a sensaciones de gusto o aversión. Líbrese de eso totalmente como si no fuera su negocio y el de ninguno de nosotros.
Los cinco obstáculos son cinco enfermedades que nos sujetan y comen nuestra mente, dejándola anquilosada y famélica. Quienquiera que tenga concentración para alcanzar el corazón en lo profundo, podrá matar estas cinco enfermedades. Esa persona está segura de estar completa de cuerpo y mente -libere de hambre, de pobreza y necesidades- y no tendrá que ir pidiendo a nadie por bondad.
Los resultados que recibiremos son:
(1) Nos haremos ricos en la Abundancia Noble.
(2) Si el Buda todavía estuviera vivo, él estaría con seguridad satisfecho, al igual que un padre que su hijo está próspero y es autosuficiente, puede dejar de estar ansioso y dormir en paz.
Para resumir: La Abundancia Mundana es la qué fomenta la fortaleza del cuerpo; la Abundancia Noble es la qué fomenta la fortaleza de la mente. Asi que les pido que todos pongamos esta enseñanza en práctica, entrenándonos nosotros mismos y puliendo nuestros pensamientos, palabras y acciones de modo que sean dignos y puros, alcanzando la etapa de la Abundancia Noble, que es el camino a la felicidad suprema: el Nibbana.
Una Mente de Oro Puro
El Buda dice que la mente es como el oro. Una mente impura es como oro adulterado con varios minerales que lo hacen duro y rígido -imposible de trabajar. Antes de que pueda usarse de cualquier forma, primero tiene que ser derretido y sus impurezas -las variadas adulteraciones- quitadas totalmente. Solamente entonces será oro genuino, suave y maleable. Nuestra mente, que está adulterada con las diferentes preocupaciones, primero tiene que ser moldeada, y sus impurezas -sus variadas corrupciones- removidas completamente.
Solamente entonces será una mente pura, convirtiéndose en una cosa de poder/energía y utilidad supremos, como el oro genuino y maleable adecuado para ser derretido y vertido en cualquier cosa en absoluto. Una mente pura se puede verter alrededor del mundo sin apegarse a nada y tener problemas, y puede girar todo alrededor de sí misma, como una gota del agua en una hoja del loto, que girará alrededor sin filtrar en la hoja. Esto es lo qué significa ‘a través de una mente que es el Dhamma’.
O podemos comparar una mente pura a la cera genuina de las abejas, que no necesita el fuego para derretirse. No importa que grande o pequeño un grumo pueda ser, todo lo que necesita es un poco de luz del sol o apenas el calor de nuestras manos, y será suave y suficientemente maleable para que usted lo forme en cualquier configuración en absoluto.
Una mente pura se puede usar en cada clase de aplicación conforme a sus aspiraciones, en definitivamente la misma forma. Esta es la razón por la cual el Buda enseñó que cada clase de logro depende totalmente de la energía o poder de la mente.
Las cosas que son genuinas o puras, aun cuando sean pequeñas, pueden dar lugar a resultados enormes, justo como un pedazo de de papel de un billete genuino -una pequeña hoja de papel con el sello del estado- puede ponerse en uso en todas las clases de formas. Pero si es papel de periódico, incluso si es una fanega completa de ellos, no se podría comprar una cosa.
De la misma forma, una mente pura -incluso si podemos purificarla por un rato- puede dar resultados superiores a su tamaño. Las personas que realmente intentan purificar su mente, puede incluso elevarse por encima y más allá del mundo.
Asi que nosotros enseñamos que las personas cuyas mentes no son puras -sin importar si han dado donaciones u observados los preceptos- diez o cientos de miles puede que no escapen de ir al infierno. En el mejor de los
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casos, pueden que regresen solamente como seres humanos. Una mente contaminada con malas preocupaciones tendrá que ir por un mal camino.
Una mente contaminada con buenas preocupaciones está inclinada a ir por un buen camino, como un ser divino. Una mente pura, no obstante, estará por encima y más allá de todo esto. Por esta razón, debemos enfocarnos en observar solamente nuestra mente. No deje que su atención se escape o se filtre a través de sus oídos, ojos, nariz, lengua, o cuerpo. Si la mente está turbia, clarifíquela.
Siga intentando perseguir y apartar sus varias preocupaciones hasta que se vayan totalmente, dejando solamente el oro genuino: una mente pura. Disponga su corazón en hacerlo ahora mismo.
Al igual que tenemos que hacer surgir la bondad en nuestras acciones, tenemos que hacer surgir la bondad en nuestras mentes, a través de dejar ir los fenómenos físicos y mentales, que son una carga pesada. Esta es la razón por la cual el Buda enseñó que “bhara tiene pañcak-khandha”: “Los cinco khandhas son verdaderamente una carga.” El cuerpo es más pesado que una piedra. ¿Cómo es pesado? Es grande. Pesado/denso. Enorme.
Su boca puede comer reses por manadas, arroz por toneladas, pero nunca sea llena ni por un segundo. Tenemos que continuar encontrando cosas para rellenarlo a toda hora, lo cual es una carga para el corazón. Lo hemos estado apuntalando desde que éramos una mancha ‘pequeña y roja’, de modo que permanezca con nosotros, y sin embargo, no permanece.
Lo qué permanece no es nada más que los desechos. Lo que es bueno de nosotros nos deja totalmente. No vayan a pensar que permanecerá. La parte que se queda con nosotros son cargas que nos abruman, creando tensión y dolor. Asi que se nos enseña a que las dejemos ir. Caga: Renuncien a lo que está en el exterior, diríamos, el cuerpo; y dejen ir lo que está en la mente, diríamos, sus variadas preocupaciones que se relaciona con el mundo. Si podemos dejar ir esas cosas, estaremos livianos en el cuerpo y la mente. Y cuando estamos livianos en esa forma, podemos estar a gusto, tranquilos y descansados.
Entonces podemos considerar mucho más, que todas estas cosas caen bajo las verdades del mundo. Es decir, son caprichosas, agotadoras, y no tienen sustancia propia o un ‘yo’. Hacen que interpretemos mal todo, al igual que cuando nos dejamos engañar en gastar nuestro dinero.
Hay personas, por ejemplo, que preparan para que bebamos agua azucarada poniéndole varios colores a la bebida y cobran 10, 20, o 30 centavos por vaso. De hecho, no es diferente del agua ordinaria que bebemos, pero lo interpretamos mal pensando que es algo especial -así que regresamos para gastar más dinero y beberla de nuevo. Este es un capricho. Es como las olas que se mantienen levantándose y el cayendo, y nos hacen marearnos y vacilar, impidiéndonos estar reposados. Cuando vemos esto, debemos inclinar nuestros corazones hacia el entrenamiento del Dhamma.
Una persona que deja que la mente se profane es como alguien que deja a sus niños jugar en el fango: Están propensos a causar dificultades a sus padres, y no sólo eso, están también predispuestos a tener dificultades propias, porque no tienen ningún trabajo, ninguna base para fijarse en la vida. Así que, debemos entrenar nuestros corazones para ser adultos y terminar con nuestras deficiencias y corrupciones.
No debemos atarnos en los asuntos mundanos, porque ellos “son buenos solamente” desde los 20 a los 40 años de edad. De ahí en adelante, nuestra boca se vuelve más y más pequeña, nuestros ojos se vuelven tan pequeño que apenas podemos abrirlos. Cualquier cosa que digamos no consigue pasar más allá de nuestros labios. Nuestras manos se vuelven tan pequeñas que tenemos que darles una extensión llamada “bastón.” Nuestra espalda se dobla -y con el cuerpo funcionando así, ¿qué vamos va a desear de él? Eso es suficiente para hacer que vuestro corazón se enferme. Por lo tanto, debemos desarrollar lo que es bueno en nuestro interior.
Desarrollar la bondad en un Tesoro Noble. Es decir, el abandono/desapego (caga) y la virtud (sila) son dos cosas que debemos fomentar en nuestros corazones de modo que podamos comenzar a crecer, a progresar, y a ir más allá de ser niños…
Una vez que hayamos alcanzado la edad media de la vida, las cosas comienzan a ser más y más cortas, así que se nos enseñan a no ser complacientes. Lo que sea que dé lugar al conocimiento, debemos revolver el perseguirlo, como un niño que estudia matemáticas sin faltar a la escuela o pensar solamente en la diversión y los juegos. Con toda seguridad, ese niño tendrá un alto nivel del conocimiento en el futuro.
Las personas en este mundo -aun cuando ellas sean de 80 años- si permanecen hundidas en los asuntos mundanos, todavía son niños. El abandono/desapego y la virtud: Una vez que hagamos surgir estas cosas, nos estamos dirigiendo hacia edad adulta. Si no, todavía somos niños. No debemos dejar que el corazón se establezca en las cosas que no son buenas para él.
A veces hay ambas cosas: buenas y malas. Las buenas cosas son difíciles de conseguir y las malas son fáciles. Si damos a nuestros niños rienda suelta para ir a jugar cuando quieren, la mayor parte del tiempo ellos nos traerán problemas. Algunas veces no hacen nada, vagabundean por ahí, y sin embargo regresan con las pertenencias de otras personas en sus bolsillos.
En otras palabras, a veces las personas hacen algo que nos parece bueno y dejamos que eso se quede en nuestros corazones. Esto es infantil. Nuestras mentes son un lío de corrupciones, esa es la razón por la que decimos que son niños.
Debemos considerar las cosas cuidadosamente y tomar interés en lo que nos beneficiará. Si una persona pobre vaga irresponsablemente por ahí, a nadie le importa; pero si una persona rica se comporta de esa manera, la gente realmente la menosprecia. En otras palabras, no debemos dejar nuestros corazones estén a la expectativa en preocupaciones mezquinas o imprudentes.
Tenemos que practicar la meditación de la tranquilidad para aquietar la mente. Ahí es donde comenzamos a entrar en la adultez. Cuando la mente está quieta, gradualmente hace surgir el discernimiento, al igual que una lámpara de keroseno que a la que nos mantenemos observando -para agregarle kerosén, cerciorándonos de que nada disturba la llama- está obligada a brillar.
El pabilo es la respiración, el tema de nuestra meditación. El esfuerzo que hacemos es el kerosén. Nos mantenemos observando la mente, cerciorándonos de que las varias preocupaciones que llegan a través de los ojos, oídos, nariz, y así sucesivamente, no chocan con el corazón. La mente llegará a ser brillante y resplandeciente, como el pabilo de una lámpara de kerosén que mantenemos alimentada con el combustible y que las partes que se queman las mantenemos raspándolas y botándolas.
Si la liberación del discernimiento surge, veremos la verdad absoluta -de que todas nuestras preocupaciones son inconstantes, agotadoras, y no tienen sustancia- apareciendo en nuestro corazón.
Cuando podemos ver las cosas claramente de esta manera, seremos capaces de dejar ir todas nuestras variadas preocupaciones. La mente dará lugar a un bienestar lúcido -llamado dhammo pajjoto, la luz del Dhamma-y lograremos la trascendencia de la mente. Cuando alcanzamos este punto, ahí es cuando se dice haber crecido. Podemos ir a donde sea que queramos, porque nadie podrá engañarnos o embaucarnos.
Fuente: La fortaleza interior de Ajahn Lee Dhammadharo