El valor de la gratitud
Amir y Farid eran dos mercaderes árabes muy amigos. Siempre viajaban juntos, cada cual con su camello, productos, esclavos y empleados.
En uno de los viajes en que el calor se presentaba abrasador, pararon a los márgenes de un gran río. Farid resolvió tomar un baño y para eso se sumergió en las aguas caudalosas.
Fue porque se distrajese o porque no se dio cuenta, acabo siendo arrastrado por la corriente del rió.
Amir, presintiendo el riesgo que corría el amigo, se tiró en el río y lo salvo, aunque con gran esfuerzo.
Muy agradecido, Farid llamó a uno de sus empleados y le ordenó que escribiese en una piedra próxima, con letras grandes y profundas:
-“Aquí, con riesgo de perder su propia vida, Amir salvo a su amigo Farid”.
El viaje prosiguió, los negocios se realizaron y en el retorno, pararon en el mismo local para un descanso rápido.
Comenzando a conversar, iniciaron una discusión por divergencias de opiniones. Con los ánimos alterados, Amir abofeteó a Farid.
Entonces Farid se aproximo al margen del río, eligió una pequeña vara y escribió en la arena:
-“Aquí por motivos tontos, Amir menospreció a Farid.”
El empleado que escribió la frase anterior, quedo intrigado y pregunto: “señor, cuando fuiste salvado, mandaste gravar el hecho en una piedra. Ahora escribís en la arena la ofensa recibida. ¿Por qué actuáis así?.
Farid tiro la vara, miro al empleado y respondió:
“Los actos buenos, de amor y de abnegación deben ser grabados en la roca para que todos los que tengan la oportunidad de tomar conocimientos de ellos, procuren imitarlos.
Sin embargo, cuando recibimos una ofensa, debemos escribirla en la arena, bien cerca de las aguas, para que sea por ellas lavadas.
Procediendo así, nadie tomará conocimientos de ella. Y, por encima de todo, para que cualquier ofensa desaparezca enseguida de nuestro corazón.”
Sabía ponderación de Farid. Si actuamos todos de esa forma, menos odio y mala voluntad habrá sobre la tierra.
La gratitud será la nota constante en las relaciones humanas y nadie olvidará el bien recibido. Igualmente, los gestos de bondad se esparcirían, pues serian imitados por muchos.
En contrapartida, menos dolencias e indisposiciones serian generadas por los hombres, pues no alimentando amarguras, ni rencores, viviremos más serenamente, lo que equivale a menos propensión a enfermedades.
La amargura es siempre generatriz de infortunios para sí y de infelicidad para los otros.
Esto es porque el bien felicita siempre a aquel que lo practica.
Editado por A. C. Hypatia. Historias Morales: Niños
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