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ELOY MILLET MONZÓ
La alquimia: Mutación, cambio y trasmutación.

Existen dos alquimias, una externa, embaucadora, la que intenta convencer de sus beneficios y se basa en la confianza hacia lo que otro dice. La otra alquimia es interna, personal e intransferible, se basa en la confianza en sí mismo y produce la redención de la materia, haciendo que sea cada vez más noble.

MUTACIÓN, CAMBIO Y TRASMUTACIÓN.
La mutación es un cambio superficial consistente en adoptar otro aspecto sin abandonar la identidad anterior. El cambio se asemeja al trueque, una cosa por otra de semejantes características.

La transmutación es convertir algo en otra cosa de características diferentes, de manera que el final puede dar lugar a algo más o menos preciado que la cosa original.

Así es la alquimia, un proceso de transmutación. El codiciado y básico objetivo de la alquimia clásica es convertir en oro al plomo y obtener el elixir de la inmortalidad, eliminando de esta manera el trance de la muerte.

En su aspecto filosófico, el cambio crea incertidumbre en el presente porque se desconoce exactamente el futuro, sin embargo, en la transmutación no existe tal incertidumbre porque se conoce el resultado final.

Esta es una característica de la alquimia, conoce perfectamente su meta y a ella se limita: la obtención del oro o la del elixir.

Es momento oportuno para hacer una consideración, es la de que en alquimia se equipara el oro al espíritu y de la misma manera que el oro es lo más preciado, también lo es el espíritu pero vistos ambos desde la materia, ya que desde la perspectiva espiritual, pudiera ser la materia lo más preciado.

ACCIÓN Y REACCIÓN, solve et coagula.
El camino a recorrer entre el plomo y el oro requiere de un movimiento al que hemos denominado transmutación y todo movimiento es acción, así como toda acción provoca una reacción.

Si analizamos la palabra re-acción significa repetir la acción consumiendo la energía inicial en una cadena de reacciones.

Así, una idea hace reaccionar la capacidad de razonar y provoca un pensamiento, este a su vez hará reaccionar al deseo provocando otro movimiento en el plano físico, algo parecido a la cadena de reacciones que hacen transmutar al radio en helio y radón y este, después de transmutar en otros elementos intermedios, acaba siendo plomo., invirtiéndose en el proceso la radiactividad original del radio.

Los alquimistas no se cansaban de argumentar su solve et coagula, disuelve y vuelve a unir, expresión que pretende significar que la acción de una operación constituirá la reacción de la próxima y así sucesivamente, constituyendo una espiral ascendente, desde la materia hacia el espíritu, en la que el material utilizado en una acción es el resultado de la acción anterior, hasta conseguir la materia considerada como más noble, el oro, el espíritu.

La espiritualización de la materia constituye el objetivo de la gran obra. La acción y la reacción nos han legado dos aspectos en la alquimia, uno esotérico que ha dado lugar al corpus misticum y el otro exotérico o experimental, de cuyos resultados derivan industrias actuales como la farmacopea, la química o la metalurgia.

Ambos aspectos, el esotérico u oculto y el exotérico, han permanecido unidos en un tiempo y en otro se han diferenciado para volverse a unir después, dando resultados de los que nos estamos sirviendo en todos los ámbitos.

Coinciden los analistas en señalar que en las filosofías de allá por el sexto milenio adC, toda acción se correspondía con su homóloga reacción, toda causa tenía su efecto y no se concebía efecto sin causa.

Por aquel entonces, parece ser que los dos aspectos de la alquimia permanecían unidos. A pesar de esta presunta unión existía un elemento diferenciador, porque la acción o mundo de las causas era exclusivo de la casta sacerdotal egipcia, mientras que el trabajo efectivo era ejecutado por castas inferiores. Esta separación viene a constituir el proceso del solve en la máxima alquimista.

Como siempre no se atendía esta exclusividad y se mezclaban las castas, iba desapareciendo progresivamente el elemento que las mantenía diferenciadas, llegando a ser de dominio de las castas inferiores aquello que se había pretendido exclusivo de las superiores, llevándose a cabo la segunda parte, la coagula, uniéndose lo que antes permanecía separado.

El Caduceo de Mercurio viene a simbolizar los dos aspectos de la alquimia y el proceso de desunir para volver a unir, pues los cuerpos de las serpientes forman lazos de mayor diámetro cada vez. Otro Caduceo anterior y que pertenece al imperio egipcio, tenía una sola serpiente con tres cabezas, símbolo de la unión original que empezó a disgregarse con la llegada del mundo helénico a Egipto.

Las dos serpientes del Caduceo de Mercurio se devoran la una a la otra y entran en la fase de putrefacción para producir una sustancia noble, son las simientes masculina y femenina.


Fuente: La alquimia: El virtuoso arte de ennoblecer de Eloy Millet Monzó
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