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CON EL MINDFULNESS, INSPIRAS Y AHÍ ESTÁS
Plena Consciencia.

Cuando era un joven monje que estudiaba en el instituto budista, siempre preguntaba cómo podían aplicarse a la vida real las enseñanzas de Buda que asimilábamos.

Estaba convencido de que la correcta práctica de los preceptos nos ayudaría a mí, a quienes me rodeaban y a mi país.

El deseo de aprender «budismo aplicado» era muy real y poderoso, pero esa expresión no se utilizaba en aquel tiempo.

El tipo de enseñanzas y los métodos budistas que aprendíamos en aquella época resultaban difíciles de llevar a la práctica para los jóvenes como yo.

En parte debido al lenguaje utilizado para transmitirlos, en parte porque no se ocupaban directamente del sufrimiento y las dificultades que la gente experimentaba en la sociedad moderna.

Necesitábamos prácticas concretas que abordaran asuntos como la pobreza, la injusticia social, la desigualdad y la independencia nacional.

Durante la Edad Media, las enseñanzas budistas sirvieron a mi país y a mi pueblo con mucho éxito, pero si no se modernizaban para la nueva era, no podrían seguir siendo útiles a la hora de inspirar y mejorar nuestra sociedad.

Por lo tanto, el reto que se nos presentaba a nosotros, los practicantes, era el de renovar el budismo.

Cuando me convertí en maestro del Dharma, traté de presentar el budismo con un lenguaje fácilmente comprensible para la gente de mi generación y ofrecer prácticas que los ayudaran a sufrir menos y a disfrutar de la paz y el gozo necesarios para ser felices y favorecer a los demás.

En efecto, mis jóvenes monjes estudiantes y yo mismo nos volcamos en una especie de laboratorio vivo donde producíamos el tipo de prácticas y enseñanzas que podrían contribuir a esos objetivos.

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Todos necesitamos una dimensión espiritual en nuestras vidas.

Necesitamos la práctica espiritual. Si esa práctica es sólida y regular, seremos capaces de transformar el temor, la ira y la desesperación que sentimos y de superar las dificultades que encontramos en la vida cotidiana.

La buena noticia es que la práctica espiritual puede realizarse en cualquier momento del día; no es preciso retirarse durante un cierto período para realizar la «Práctica Espiritual», con P y E mayúsculas.

Nuestra práctica espiritual puede llevarse a cabo en todo momento, siempre que cultivemos la energía de la plena consciencia y la concentración.

No importa lo que estés haciendo ya que puedes elegir hacerlo estando plenamente presente, con concentración y plena consciencia; así, tu acción se convertirá en una práctica espiritual.

Con el mindfulness, inspiras y ahí estás, bien arraigado en el aquí y en el ahora. Inspirar rozando nuestra raíz vital más esencial es una práctica espiritual.

Todos nosotros somos capaces de inspirar con atención plena. Inspiro y sé que estoy inspirando: ésa es la práctica de la respiración consciente. La práctica de la respiración consciente puede parecer simple, pero el efecto es grande.

Al centrarnos en nuestra inspiración, liberamos el pasado, liberamos el futuro, liberamos nuestros proyectos. Habitamos la respiración con todo nuestro ser.

Nuestra mente regresa a nuestro cuerpo y nos encontramos verdaderamente ahí, vivos, en el instante presente. Estamos en casa.

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Un solo aliento, inspiración y espiración, puede hacer que estemos plenamente presentes y vivos otra vez, y entonces la energía del mindfulness se halla en nosotros.

La plena consciencia o atención plena es la energía que nos hace estar plenamente presentes, plenamente vivos en el aquí y el ahora.

Si volvemos a casa y advertimos que nuestro cuerpo porta cierta tensión o dolor, la plena consciencia nos permitirá ser conscientes de ello.

La plena consciencia es aquello que nos permite volver a tomar contacto con lo que está ocurriendo en nuestro cuerpo, en nuestros sentimientos, en nuestro pensamiento y también en nuestro entorno en el momento presente.

Nos permite estar plenamente presentes en el aquí y el ahora, mente y cuerpo unidos, conocedores de lo que acontece en nuestro interior y a nuestro alrededor. Y cuando somos conscientes de algo, nos concentramos en ello.

La concentración y el mindfulness son las energías centrales de la práctica espiritual. Podemos tomar el té en plena consciencia, desayunar en plena consciencia y ducharnos en plena consciencia.

Todo ello pasa a convertirse en nuestra práctica espiritual y nos proporciona fuerza para controlar las muchas dificultades que surgen en nuestra vida cotidiana y en la sociedad.

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Dondequiera que estés, el mero hecho de ser consciente de tu cuerpo y del estado de relajación, tensión o dolor (o incluso de todos a la vez, en diferentes áreas) que estás experimentando.

Ya te permite cierta comprensión, cierto despertar, cierta conciencia: cierta iluminación. Y cuando sabes que en tu cuerpo hay alguna tensión o dolor, probablemente quieras hacer algo para aliviarlo.

Al inspirar y espirar podemos decirnos a nosotros mismos:
«Al inspirar, soy consciente de cierta tensión o dolor en mi cuerpo; al espirar, permito que la tensión y el dolor de mi cuerpo se liberen». Ésta es la práctica del mindfulness del cuerpo.

Así pues, la práctica espiritual es posible para todos nosotros. No puedes decir: «Estoy muy ocupado, no tengo tiempo para la meditación».

No. Al caminar de un edificio a otro, al desplazarte del aparcamiento a tu oficina, siempre puedes disfrutar de un paseo consciente, recrearte en cada uno de tus pasos.

Cada paso que des sumergido en la plena consciencia o atención plena te ayudará a liberar la tensión de tu cuerpo, la tensión de tus sentimientos, y te traerá la curación, el gozo, la transformación.

Tienes mucho trabajo que hacer, y te gusta realizarlo. Es interesante y disfrutas siendo productivo. Pero trabajar demasiado, ocuparte de un exceso de cosas, te agota.

Quieres practicar la meditación a fin de estar más relajado y gozar de mayor paz, felicidad y alegría en la vida. Pero no tienes tiempo para la práctica de la meditación diaria.

Fuente: La paz esta en tu interior de Thich Nhat Hanh.
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