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Historias de la relatividad.

En el Siglo VII Adc, la vida en Mileto o en Abdera transcurría entre los relámpagos disparados desde el Monte Olimpo por un cabreado Zeus, o sufriendo el maremoto desatado por el agrio talante de Poseidón, ora disfrutando de la abundancia, ora de la hambruna, ambas debidas al capricho de la diosa Ceres…

Se cuenta que un grupo de amigos, entre ellos Tales, se reunieron en Mileto incluyendo ágape y buen vino, adoptando el siguiente acuerdo: 
No hacer caso de lo que dicen que dice Atlas y no volver a invocar a Zeus, Atenea, Poseidón, Ceres, Ra, Heracles... A partir de ahora intentaremos dar con ello por nosotros mismos”.

Al finalizar la reunión, probablemente había nacido la ciencia. La relatividad es un intento por explicar cómo cambia la velocidad y la energía en un espacio delimitado.

Lo que nos ha descubierto que, lo que se mueve casi como la luz produce un aumento de la masa, permitiéndonos saber que la velocidad no puede aumentar hasta el infinito, se lo impide una cada vez más enorme masa. 

Si la velocidad es el tiempo que tardamos en transformar a una propuesta en acción, y si la energía es la potencia de la voluntad o empeño empleados en ello, de estas dos analogías salen muchas historias.

Texto de Eloy Millet Monzó.
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